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XI.
Hacia un Estado Constitucional y Democrático de Derecho
Los puntos anteriores
suponen o pueden suponer una base mínima para que el Estado mexicano
se vaya transformando en los próximos años en un Estado constitucional
y democrático de derecho.
La construcción de un
Estado constitucional implica una serie importante de condiciones
sin las cuales los valores que asume la teoría constitucional contemporánea
(libertad e igualdad, principalmente) no pueden darse. Para que
una Constitución sea normativa (es decir, para que sea una Constitución
y no otra cosa) se requiere, por lo menos, que los actores políticos
ajusten su conducta a los postulados constitucionales y que, en
caso de no hacerlo así, la Constitución contenga los instrumentos
necesarios de defensa para reparar las violaciones que se lleguen
a Producir (62).
Se da por hecho, además, que la Constitución permite, estimula y
protege la existencia de una serie de derechos fundamentales ( no
solamente de libertad sino también económicos, sociales y culturales)
y contiene un esquema de división de poderes que propicie que "el
poder frene al poder", según la conocida formula de Montesquieu.
Estos dos últimos componentes -la división de poderes y la garantía
de los derechos- son el "contenido mínimo" de toda Constitución
(63).
Las cambiantes condiciones
de dominación política con las que el Estado mexicano entra en el
siglo XXI (64)
y la gravedad de los problemas a los que tiene que hacer frente
requieren de un esfuerzo imaginativo (de carácter tanto teórico
como práctico) que permita seguir avanzando en el proceso de transición
democrática iniciado hace algunos años, pero que sirva también para
ir solucionando sin mayor demora algunos de esos problemas. Las
propuestas que se han realizado en las páginas anteriores persiguen
ese fin, pero también pretenden resolver algunas cuestiones de ingeniería
constitucional y de diseño de instituciones que se deben atender
sin demora en vista del pluralismo político y social que ha caracterizado
el escenario público, nacional en los últimos años.
Para la anterior es necesario
tomarse la Constitución en serio, repensando y mejorando sus contenidos,
aplicándola en la práctica y generando una cultura constitucional
de la que la nación y sus ciudadanos hoy en día carecen, pero que
resulta indispensable para el futuro democrático de México. Como
señala Luigi Ferrajoli. "tomar en serio la Constitución, es
hoy, siendo realistas, la única clase de batalla democrática...
que puede llegar a ganarse" (65).
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